martes, 30 de noviembre de 2010

Retazos de un diario ajeno.


Es raro que, pese a los años, al tiempo, a las personas, su presencia arda en mí. Aún recuerdo su rostro, su sonrisa, sus ojos, su olor, su tacto, su voz... Pero no consigo recordar qué fue mal. Nada fue mal. Nunca existió nada y, por ello, nada fue mal. Ni él ni yo estábamos "destinados", "atados"... Pero lo anhelaba y amaba tanto... Y hay días que no lo recuerdo, y otros, en cambio, él incendia mi mente, me ciega, me aprisiona y me quema.
¿Cuánto ha pasado sin saber de él? O más bien, ¿sin hablar con él? Creo que ahora, olvidando el pasado, ganaría mucho con su amistad. Creo que, al menos, me sentiría completa. Es una espina, una culpa, una parte de mí. Y quizás un día de estos le escriba, le escriba y le diga que sigo viva, preguntando cómo le va la vida.
Pero esto no quiere decir que me arrepienta de mi pasado, de mi presente o de algo de mi vida.
Porque ahora, quizás, estoy sintiendo el mundo como jamás lo había sentido.

No hay comentarios:

Publicar un comentario