martes, 30 de noviembre de 2010

Retazos de un diario ajeno.


Es raro que, pese a los años, al tiempo, a las personas, su presencia arda en mí. Aún recuerdo su rostro, su sonrisa, sus ojos, su olor, su tacto, su voz... Pero no consigo recordar qué fue mal. Nada fue mal. Nunca existió nada y, por ello, nada fue mal. Ni él ni yo estábamos "destinados", "atados"... Pero lo anhelaba y amaba tanto... Y hay días que no lo recuerdo, y otros, en cambio, él incendia mi mente, me ciega, me aprisiona y me quema.
¿Cuánto ha pasado sin saber de él? O más bien, ¿sin hablar con él? Creo que ahora, olvidando el pasado, ganaría mucho con su amistad. Creo que, al menos, me sentiría completa. Es una espina, una culpa, una parte de mí. Y quizás un día de estos le escriba, le escriba y le diga que sigo viva, preguntando cómo le va la vida.
Pero esto no quiere decir que me arrepienta de mi pasado, de mi presente o de algo de mi vida.
Porque ahora, quizás, estoy sintiendo el mundo como jamás lo había sentido.

viernes, 26 de noviembre de 2010

¿Cursi?

La clase comienza; este baile es complicado, pero a ella le pierde el hecho de intentar superarse cada día. De pronto entra él y ella sonríe, amándolo más y más.
Van a bailar otro baile de grupos callejeros, por lo que, seguirá sin poder tocar a su queridísimo amor. Una de sus amigas, tras terminar la clase, la acompaña a los vetuarios, interrogándola.
- Chica, chica... -suspiró- ¿Es que nunca vamos a bailar algo por parejas? Así al menos lo tendrías más cerca...
- No digas tonterías. -rió- Así me gusta muchísimo más. Lo deseo y lo amo más y más al ver que lo tengo tan cerca a cada paso y que no puedo tocarlo... Así bailo con más intensidad, con más fuerza; y todo porque imagino que él se fijará en mí y, al salir de clase, su mirada y la mía se cruzarán y sonreiremos...
- Cursi no, lo siguiente... -comenzó a reír la otra a carcajadas-
- Pero, ¿acaso no tiene sentido lo que he dicho? -insistió ella-

martes, 23 de noviembre de 2010

Sin ser libre

Se levantó como cada día y se encaminó al baño, tropezando con la pata de la cama. Entre quejidos comenzó a lavarse la cara. Se vistió y se puso sus lentes de contacto.
Se sentó en el sofá y encendió la televisión. Miró el reloj: las siete y media. De pronto, sonó el teléfono, pero eso no lo sobresaltó.
- Ya voy para allá. -contestó tras descolgar-
- Espera, me paso a recogerte, que me pilla de camino. -dijo el otro chico al otro lado del teléfono-
Él solo sonrió y colgó. Apagó la televisión y abrió la ventana. La habitación se inundó de flashes provenientes de fuera. Se asomó a la ventana y vio a sus miles de fans dándole los buenos días. Sonrió y saludó; las cámaras no dudaron en tomar aquel plano y, los seguidores, en gritar. El chico cerró la ventana y fue hacia su habitación. Estaba harto de cambiar de lugar, de hotel, de ciudad, de país; pero eso que tanto le hartaba era lo que ansiaba. Él odiaba y amaba su trabajo. Bajó a recepción y, tras hablar con su representante, salió a la calle. La gente lo aclamaba, las cámaras lo acosaban y los periodistas llamaban su atención a toda costa.
Vio el coche de su compañero y, sin dudarlo, se aproximó a él. Éste bajó la ventanilla y, al verlo, todos enloquecieron, reclamando su atención.
- Vamos, entra antes de que te coman. -rió el conductor-
El muchacho se acercó al coche, abrió la puerta, pero antes de entrar, se paralizó.
A lo lejos se oía el murmuro de una chica. El murmuro que todos los demás gritos intentaban apagar. El chico buscó con la mirada a la dueña de esa voz que se le hacía tan familiar y la encontró.
A lo lejos, una chica de cabello oscuro y ojos oscuros mira a un famoso cantante; al hombre que le hizo la vida imposible días atrás.
- ¿Lo conoces? -preguntó su amiga, que caminaba a su lado hacia el centro comercial-
- Estuvo conmigo en el instituto, era un engreído y un estúpido. -rió-
- Vaya, todos los idiotas llegan a ser importantes y a tener una buena vida... -suspiró la otra-
La chica comenzó a reír.
- Te equivocas. -miró al chico- Él jamás tendrá algo que nosotras tenemos.
Su amiga, intrigada, la miró, pidiendo explicaciones.
- Libertad. -sentenció la otra-

domingo, 21 de noviembre de 2010

Gloria sigue siendo pequeña.

Y sobre las doce de la mañana, allí estaba ella, frente a la puerta de la librería. El dependiente, al verla, sonrió. Gloria entró y comenzó a mirar en las estanterías, cogiendo varios libros mientras corría de un lado para otro.
- Y bien, ¿cuál te vas a llevar hoy? -preguntó el librero acercándose a ella-
Gloria lo ignoró por completo, sumida en sus pensamientos. Tras buscar por más de siete estanterías sin cesar, soltó los libros en el mostrador y se dirigió al hombre.
- Estoy buscando el libro del que hablamos el otro día, ¿aún no lo trajeron? -preguntó preocupada-
El librero quedó pensativo unos instantes.
- ¡Ah! Por supuesto, lo tenía reservado para ti... -sonrió dirigiéndose hacia su mostrador, asombrado por la cantidad de libros que la mujer había depositado en él-
Gloria, satisfecha, comenzó a colocar de nuevo los libros del mostrador en sus correspondientes estanterías.
-Vaya, ¿no vas a llevarte alguno de los que has cogido antes? -preguntó el librero mientras buscaba en un cajón la reliquia de su clienta-
Gloria, tras colocar todo lo que ella misma había cogido, miró al dependiente.
- No, si hoy me lo llevase todo, ¿qué haría los próximos días?
El librero rió y puso un libro en el mostrador.
- Mira, vino esta mañana...
Antes de que terminara de hablar, Gloria se aproximó al libro y lo abrió, inmersa en aquellas páginas infinitas.
Y así, sumida en las palabras de aquel libro tan especial, una anciana de cabello canoso, más de setenta años y de menos de un metro cincuenta y seis, se aleja feliz; como cualquier niño ilusionado con una golosina.
La gente, al verla, solamente sonríe y dice: "Gloria sigue siendo pequeña".