martes, 23 de noviembre de 2010

Sin ser libre

Se levantó como cada día y se encaminó al baño, tropezando con la pata de la cama. Entre quejidos comenzó a lavarse la cara. Se vistió y se puso sus lentes de contacto.
Se sentó en el sofá y encendió la televisión. Miró el reloj: las siete y media. De pronto, sonó el teléfono, pero eso no lo sobresaltó.
- Ya voy para allá. -contestó tras descolgar-
- Espera, me paso a recogerte, que me pilla de camino. -dijo el otro chico al otro lado del teléfono-
Él solo sonrió y colgó. Apagó la televisión y abrió la ventana. La habitación se inundó de flashes provenientes de fuera. Se asomó a la ventana y vio a sus miles de fans dándole los buenos días. Sonrió y saludó; las cámaras no dudaron en tomar aquel plano y, los seguidores, en gritar. El chico cerró la ventana y fue hacia su habitación. Estaba harto de cambiar de lugar, de hotel, de ciudad, de país; pero eso que tanto le hartaba era lo que ansiaba. Él odiaba y amaba su trabajo. Bajó a recepción y, tras hablar con su representante, salió a la calle. La gente lo aclamaba, las cámaras lo acosaban y los periodistas llamaban su atención a toda costa.
Vio el coche de su compañero y, sin dudarlo, se aproximó a él. Éste bajó la ventanilla y, al verlo, todos enloquecieron, reclamando su atención.
- Vamos, entra antes de que te coman. -rió el conductor-
El muchacho se acercó al coche, abrió la puerta, pero antes de entrar, se paralizó.
A lo lejos se oía el murmuro de una chica. El murmuro que todos los demás gritos intentaban apagar. El chico buscó con la mirada a la dueña de esa voz que se le hacía tan familiar y la encontró.
A lo lejos, una chica de cabello oscuro y ojos oscuros mira a un famoso cantante; al hombre que le hizo la vida imposible días atrás.
- ¿Lo conoces? -preguntó su amiga, que caminaba a su lado hacia el centro comercial-
- Estuvo conmigo en el instituto, era un engreído y un estúpido. -rió-
- Vaya, todos los idiotas llegan a ser importantes y a tener una buena vida... -suspiró la otra-
La chica comenzó a reír.
- Te equivocas. -miró al chico- Él jamás tendrá algo que nosotras tenemos.
Su amiga, intrigada, la miró, pidiendo explicaciones.
- Libertad. -sentenció la otra-

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