domingo, 21 de noviembre de 2010

Gloria sigue siendo pequeña.

Y sobre las doce de la mañana, allí estaba ella, frente a la puerta de la librería. El dependiente, al verla, sonrió. Gloria entró y comenzó a mirar en las estanterías, cogiendo varios libros mientras corría de un lado para otro.
- Y bien, ¿cuál te vas a llevar hoy? -preguntó el librero acercándose a ella-
Gloria lo ignoró por completo, sumida en sus pensamientos. Tras buscar por más de siete estanterías sin cesar, soltó los libros en el mostrador y se dirigió al hombre.
- Estoy buscando el libro del que hablamos el otro día, ¿aún no lo trajeron? -preguntó preocupada-
El librero quedó pensativo unos instantes.
- ¡Ah! Por supuesto, lo tenía reservado para ti... -sonrió dirigiéndose hacia su mostrador, asombrado por la cantidad de libros que la mujer había depositado en él-
Gloria, satisfecha, comenzó a colocar de nuevo los libros del mostrador en sus correspondientes estanterías.
-Vaya, ¿no vas a llevarte alguno de los que has cogido antes? -preguntó el librero mientras buscaba en un cajón la reliquia de su clienta-
Gloria, tras colocar todo lo que ella misma había cogido, miró al dependiente.
- No, si hoy me lo llevase todo, ¿qué haría los próximos días?
El librero rió y puso un libro en el mostrador.
- Mira, vino esta mañana...
Antes de que terminara de hablar, Gloria se aproximó al libro y lo abrió, inmersa en aquellas páginas infinitas.
Y así, sumida en las palabras de aquel libro tan especial, una anciana de cabello canoso, más de setenta años y de menos de un metro cincuenta y seis, se aleja feliz; como cualquier niño ilusionado con una golosina.
La gente, al verla, solamente sonríe y dice: "Gloria sigue siendo pequeña".

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